La piedra se quiebra en un lamento,
que aún no culmina.
El cuerpo hace implosión sin culto
y en la larga noche arrasa la totalidad.
La tierra se barniza del aire y la quietud.
Todo el paisaje esta firme y abyecto ante tanta paz,
donde el contraste es colosal.
El viento hostiga y el sol acaricia
mientras se presagia en la piel el dolor milenario de la imposición.
La verdad es que el llanto de un pueblo cultiva la belleza.
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